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LOS ARRIEROS


LOS ARRIEROS:

Los arrieros son los hombres de la huellas, encargados de llevar piños o arreos de animales de una estancia a otra, de una comuna a otra o incluso de un país a otro. Están hechos a las vicisitudes y a las asperezas del camino. Mas al Norte de Chile, los arrieros cordilleranos forman una casta aguerrida mezcla de indio y campesino poco conocida y divorciada de la idiosincrasia glamorosa del huaso de salón que con sus pilchas finas resulta tan distante. Enfrentando la mole andina con sus mulas y sus piños de chivos o vacunos, aprovechan los valles de veranada (Ver artículo anexo). En la Patagonia los arrieros son gauchos que se especializan en arrear enormes piños de ovejas o vacunos enfrentando las duras y caprichosas condiciones del clima patagón. La cantidad de arrieros está en relación a la cantidad de animales y allá van ellos con sus perros y caballos, guiados por el encargado del piño que distribuye las actividades y es responsable directo de la majada. Los perros son los compañeros esenciales de los arrieros moviendo las ovejas o los vacunos bajo el acicate de los silbidos certeros de sus dueños. Cada hombre tiene un lugar específico dentro del arreo. La parte de adelante del piño o majada se llama “punta”, la parte de atrás “culata”, los costados son los flancos del piño y cada sector debe estar cubierto durante lo que dure la marcha, que puede empezar a las 6 de la mañana y terminar a la 8 de la noche, esto previene que se pierdan animales o se produzcan desbandes. Las sendas de los arrieros son generalmente huellas rurales flanqueadas de alambrados límites de estancias detrás de las cuales mugen o balan animales pertenecientes a aquellos predios y que son una tentación para los animales del arreo, que buscarán irremediablemente mezclarse con sus congéneres por los cual los arrieros deben poner especial cuidado, alejando en lo posible la masa del piño las alambradas. Si llega a entrar un grupo de animales del piño en un predio ajeno deshacer la mezcla puede llevar horas y atrasar enormemente la marcha. Una marcha dura hasta llegar a un corral, predeterminado que es como una estación en la cual se puede encerrar el piño por una noche para retomar el camino al otro día de madrugada. Generalmente estos corrales son potreros de alambre cerca de los cuales no hay construcciones de ningún tipo, por lo que los arrieros deben improvisar un campamento para comer y pasar la noche. Después de desensillar y amarrar los perros, los arrieros se preparan para “churrasquear”, es decir, comer carne preparada en un rústico fogón por el cocinero o “kuky” del arreo, tomar unos mates amargos o “cimarrones” o bien mandarse un buen café en jarro de lata acompañado de unas “tortas fritas” o sopaipillas, que a diferencia de las que se comen en el Norte no llevan zapallo, no son redondas y no importa si llueve o no cuando se comen. Después de comer los arrieros generalmente se acuestan para sacudirse el cansancio de la jornada.
Aparte de los montados y los obvios perros sin los cuales los arrieros no podrían hacer demasiado, existen otros elementos indispensables en la vida de estos hombres, como por ejemplo:

Los Pilcheros: Son caballos usados por los arrieros como cargueros y como su nombre lo indica se usan para llevar las “pilchas”. Este término se refiere principalmente al transporte de las frazadas, lonas y elementos necesarios para armar un campamento y pasar la noche. Pero en el caso de los arrieros patagónicos el término pilchero alcanza dimensiones insospechadas, ya que el noble bruto lleva sobre el lomo, no solo las pilchas, sino que también los víveres, los aperos de repuesto, las cadenas de los perros, las botas de goma por si llueve o nieva, en zonas secas también carga con bidones de agua y en los últimos tiempos lleva las carpas que brindan mayores comodidades y un techo provisorio que reemplaza al techo de estrellas que solía cobijar al arriero tradicionalmente en las noches.
Los pilcheros son bestias indispensables para los hombres de las huellas. Y han sido indispensables en la historia de la Patagonia cargando sobre sus lomos mansos todo lo necesario para colonizar zonas agrestes como las selvas ayseninas. Gracias a ellos se fundaron pueblos y es seguro que los gauchos de ese lado ya le deben un monumento.


Las lonas: Las lonas son telas gruesas que sirven para envolver los elementos que llevan sobre el lomo los pilcheros. Con esto se logra mantenerlos envueltos y protegidos del agua y el polvo. Una buena lona también es indispensable para capear el viento o la lluvia en los campamentos de los arrieros. Varios artículos que se usan en las marchas de arreo están hechos de este material, como por ejemplo las “maletas” o alforjas que usan los gauchos en las ancas del caballo, los “caperos” que cumplen una función similar, es decir, llevar la carne y los elementos más necesarios. Incluso si un arriero tiene la mala suerte de perder la funda se su cuchillo, se puede improvisar una buena vaina con unas vueltas de lona y cáñamo.

Los pañuelos: El pañuelo que los arrieros llevan al cuello, está presente en casi todas la culturas de América, desde los vaqueros norteamericanos hasta los gauchos magallánicos del sur del mundo, pasando por los charros mexicanos, los morenos dominicanos, los cañeros y cafeteros colombianos, los llaneros venezolanos, los peones del pantanal de Mato Grosso y los gauchos argentinos, quienes le llamaron “golilla”. En la mayoría de estas culturas es considerado un elemento de lujo que viene más que nada a adornar el traje típico. Aún dentro de muchos oficios que puede desempeñar el gaucho chileno de la patagonia este elemento no cumple otra función que el de adorno. Sin embargo es en el oficio de arriero en donde este elemento encuentra una utilidad concreta y una justificación indiscutible a su inclusión dentro de la tenida de campo del gaucho. En terrenos secos los animales, que avanzan en masa, levantan sendas nubes de polvo que envuelven a los arrieros, con la ayuda del infaltable viento cómplice. El arriero entonces recurre a su pañuelo de cuello girándolo y levantándolo lo suficiente para cubrirse la boca y las narices, para no tragar más tierra, a modo de los vaqueros del viejo Oeste que también descubrieron un uso útil a este artículo, cuando asaltaban los bancos y las diligencias.

Otros elementos fundamentales para los arrieros son los fósforos ya que representan la posibilidad cierta de poder encender el fuego para comer y secar las ropas mojadas por algún chaparrón o nevada. Aunque la mayoría de los arrieros fuma y no falta nunca quien tiene una caja o un encendedor, la posibilidad de quedarse sin fósforos no es tan descabellada y siempre se aconseja asegurarse una buena provisión de este artículo esencial. Y es tan esencial que incluso el cinturón ancho que usan los gauchos, llamado “cinto” o “tirador”, tiene un bolsillo de cuero especialmente destinado a él. No es gracia quedarse sin fósforos a decenas de kilómetros de un lugar habitado. La única posibilidad está en visitar un boliche de camino para aperarse, pero estos lugares, por lo general son evitados por los encargados de los arreos, ya que incluyen el alcohol dentro de sus ofertas, el cual trae a veces consecuencias funestas, resultando en peleas, abandono del trabajo y chambonadas de parte de los arrieros que se emborrachan.







El oficio de arriero está lleno de sacrificio tanto en la Patagonia como más al Norte y es una profesión campera que delata los vestigios nómades del indio bramando en la sangre del criollo que gasta la vida sobre un caballo, en las huellas que ama y odia al mismo tiempo y que aunque a veces reniegue enceguecido y dolorido por la fatiga y los sacrificios siempre termina volviendo a ellas.
Texto: I. Rojel Figueroa



Arreo y Torres del Paine- Fotografía: Arnaldo Alarcón
Esta fotografía fué tomada el año 1976. El gaucho que aparece en primer plano es Don Rolando Rojel Ortega, reconocido arriero y encargado de arreos de la Provincia de Ultima Esperanza. Apreciado en toda la Región de Magallanes por su experiencia y responsabilidad llegó a hacerse cargo de arreos de hasta 12.000 lanares en las complicadas huellas patagónicas y en distancias de cientos de kilómetros, entre Puerto Natales y Punta Arenas, o incluso en la República Argentina. Hoy se encuentra radicado en Punta Arenas.





Arrieros - Fotografía: Arnaldo Alarcón
A la izquierda en el caballo blanco, el arriero Bahamondez. A la derecha, caballo negro, Rolando Rojel. En esta fotografía se aprecian los caballos pilcheros, a la grupa de los montados.


Campamento de arreo, Provincia de Ultima Esperanza


Aquí se notan varios elementos típicos en la vida de los arrieros, como por ejemplo, las monturas encima de las varas del corral, indican que los caballos están descansando de la marcha. El hombre en cuclillas con gorra de cuero con visera es el kuky, cuya labor principal es encargarse de hacer la comida. Sobre el pasto se extiende una lona, en la cual se preparan los alimentos para churrasquear. Algunos de los hombres toman un jarro de café caliente y reponedor. El arriero con sombrero chico, en cuclillas, se dispone a cebar mate, frente a él se encuentra el yerbero y la pavita requemada por los fogones de arreo. Alambrados y cercos flojos por el uso o por el viento patagón y entre el pasto, más aperos. El hombre en cuclillas ubicado a la derecha, con sueter grueso de color blanco con pintas oscuras y sombrero, es Don Rolando Rojel Ortega, el joven arriero que permanece de pie junto a él, con un jarro en la mano y una corralera de ternero es Rolando Rojel Figueroa.






Un perro muerto nomás



Curioso artículo que describe un conflicto judicial entre dos arrieros chilenos en territorio argentino. Publicado por la revista "El Río", de Argentina







E1 13 de junio de 1927 se presentó ante el Juez de Paz del Departamento de Río Grande Don Julio A. Chacón, quien manifestó que en el mes de marzo en la Estancia Maria Behety y ante testigos "le di en calidad de préstamo para que hiciera un arreo de animales lanares desde Territorio chileno hasta el lote Nro 54 de este Territorio, un perro ovejero al arreador Daniel Gómez". Agregando que: "Este señor, usó el perro desde el lugar donde principio el arreo, hasta mas acá de la Estancia "Sara" donde por motivos que ignoro degolló a mi perro". Agrega el denunciante que "el deguello de mi perro lo vieron los otros arreadores: Alfredo Fonseca, Miguel Sesnic y Marcos Yacasovic, quines podrán atestiguar la verdad de lo expuesto" concluyendo con que "habiendo cometido el citado Gómez, un acto penado por el Código Rural, y un abuso de confianza para conmigo, lo demando para que me haga efectivo el pago de la cantidad de Cien Pesos Moneda Argentina de curso legal"
Chacón hizo la presentación por escrito a máquina en papel sellado de 1 peso.
Es así como en la prosecución de la diligencia con fecha 18 de Junio comparece Daniel Gómez quien manifiesta que " es exacto que el Sr. Julio Chacón le prestó un perro llamado Marqués para utilizarlo con el arreo que hace referencia. Que es exacto que mató el perro de referencia, de un rebencazo en la cabeza en las proximidades de Estancia Sara por causarle perjuicio en la hacienda de lanares". Agrega al mismo tiempo ”que rechaza al testigo Alfredo Fonseca por informal pues venía un día adelante con un arreo de carneros". Impone a la vez su propósito de no pagar el perro a Chacón puesto que no era de su propiedad, y agrega a los testigos restantes
Propuestos por el denunciante al Cabo Edmundo Tristen de la policía fueguina Las diligencia continuarán en fecha 27 de junio cuando se hace comparecer a este ultimo testigo el que dirá que "aproximadamente en los primeros días del mes de abril pasado en circunstancias en que se dirigía a la Comisaría de San Sebastián, encontró sobre el camino real próximo a la estancia Sara a Don Daniel Gómez con un arreo de ovejas, a aproximarse observó que había muerto un perro y le preguntó por que el motivo por el cual lo había muerto y le contesto que lo había muerto por que le hacia daño y mordía a los animales".
La diligencias parecen haber tenido un punto final aquí: El Marqués había muerto por sus inconductas laborales, y al parecer no fué por arma blanca sino por herramienta de trabajo: un rebenque. No se resuelve a la vez el tema de la propiedad del perro, situación que tal vez en esa época igual que ahora- es difícil de probar a la hora de estar el mismo involucrado con un conflicto de justicia.
El precio reclamado por Chacón -$100- es llamativo, puesto que sumaba mucho mas que un mes de sueldo de un ovejero en la Tierra del Fuego.