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LOS PUESTEROS

LOS PUESTEROS

Las estancias como establecimientos dedicados a la ganadería, se dividen en dos partes principales: los campos y el “casco”. El casco de la estancia es la parte del establecimiento que contiene las instalaciones principales, es decir, la casa patronal, la oficina y casa del administrador, la casa de los peones, la cocina, el galpón de esquila, los corrales, los establos o “pesebreras”, los molinos, etc. Los campos obviamente son porciones de terreno debidamente alambrados que contienen los animales. La mayor parte de los peones recorredores, ovejeros o campañistas, reside en el casco casi todo el año, junto con los peones de patio, los amansadores, el cocinero y el capataz. Es prácticamente una constante que la casa patronal, permanezca vacía casi todo el tiempo, ya que la mayoría de los patrones, salvo honrosas excepciones no tiene residencia fija en la estancia acostumbrando aparecerse “tarde, mal y nunca” por sus propiedades y acordándose solo cuando se acercan las faenas importantes.
Desde el casco se tiene dominio a los campos principales de la estancia, al menos en invierno, ya que en ésta época los animales se mantienen en los terrenos más bajos porque los terrenos altos se llenan de nieve con mucha facilidad. Estos terrenos altos son llamados “veranadas” y se usan cuando las condiciones climáticas son buenas trasladando a los animales en grandes arreos. Cuando los animales son trasladados a los campos más altos, lejanos del “casco” de la estancia, se hace imprescindible que algunos de los peones campañistas, se vayan a “vivir” con ellos a las lejanías, en ranchos que han sido instalados allí con el propósito de servir como “puestos” de vigilancia de las ovejas y corderos trasladados. Entonces estos peones campañistas desterrados en los campos de veranada, pasan a llamarse “puesteros”. Aunque actualmente los ranchos de los puesteros han mejorado de manera ostensible, contando incluso con dos ambientes, ha sido célebre la famosa “caravana”, un tipo de rancho con ruedas de unos 10 metros cuadrados obviamente de una sola pieza, que tiene la ventaja de ser trasladado con relativa facilidad de un campo a otro por medio de bueyes o tractores. Este rancho muy pequeño por cierto, sirve de casa al puestero durante la mitad del año y en algunos casos durante todo el año.






Ranchos rodantes o "caravanas" en donde viven los puestros gran parte del año. Generalmente se los ubica estratégicamente detrás de una loma o un monte para aminorar la acción del viento.


Al entrar, invitado por la gauchesca camaradería del puestero criollo, el visitante podrá ver la cama junto a la estufa y los aperos del hombre en algún rincón ordenados a pesar de las limitaciones de espacio. En una pared un calendario, elemento importante en la vida de un puestero, generalmente con los números tarjados por cruces o líneas. En alguna repisa rústica el elemento tal vez más importante dentro del recinto, para un hombre solo, claro, una pequeña radio con funda de cuero y un remolino de cables tejidos sobre un cartón que le sirve de antena para mantenerse al tanto de lo que pasa en el mundo, o sintonizar en las mañanas los programas de las radios de Gallegos y el Calafate y levantarse al ritmo de las milongas gauchas de Saúl Huenchul o José Larralde. En las tardes sintonizar tal vez “los mejicanos” y los esenciales mensajes “para el hombre de campo” y con eso estar tranquilo sabiendo que los familiares y conocidos están bien en el pueblo.
El puestero por lo general se sentará en su cama mientras ofrece al visitante el único asiento disponible con aspecto de cajón, frente a una especie de mesa rústica y angosta y al lado contrario de la estufa. Al rato mientras ceba el mate cimarrón el “dueño de casa” interrumpirá al visitante un momento para alimentar el fuego, ya que el asiento de éste sirve de asiento y de leñera al mismo tiempo.
Las caravanas han sido abolidas en la mayoría de las estancias aunque todavía hay algunas en funcionamiento. Los puestos actuales son más amplios y demuestran el interés de los estancieros por mejorar las condiciones de sus puesteros, claro, con un pequeño empujón de las autoridades de por medio. Pero igual es válido.
Un puestero tiene por misión principal recorrer los campos para cuidar las ovejas. Sacar las que están empantanadas, levantar a las que están botadas, descuerar las que están muertas, arreglar los alambrados, en fin. Siempre con un caballo “guardiero” atado a una estaca ensilla temprano y sale al campo, vuelve al mediodía al rancho, prepara una ollada de “tumbas” de capón o en otras palabras, corta trozos de carne y los pone a cocinar en una olla. Acompaña su menú con papas o arroz y ya está. Luego después de unos mates y un descanso, sale a recorrer de nuevo por la tarde.
Sin duda los puesteros son personajes notables dentro de la vida rural de Magallanes, entre tantos otros que surgen según las faenas se desarrollan. Más que personajes se puede decir que son oficios diversos ejecutados por los gauchos o campesinos australes.
Texto: I. Rojel F.


EN LOS PUESTOS DE VERANADA



*Artículo que describe la vida de dos puesteros chilenos y uno argentino en la Tierra del Fuego. Aparecido en la revista argentina "El Río"


De pronto es todo un símbolo esa mano que se queda en alto, la mano de Juanito. Una mano que se a estrechado con los sudores del trabajo diario, del trabajo que nunca termina. Juanito se queda en el puesto Soldevila, despintado puesto, dejando en los viajeros su pintada estampa de dueño de la soledad en este espacio fueguino. Dueño de su soledad y de la soledad de todos en este final de un camino al que casi no llega nadie, y donde Juanito Velásquez modela en su rostro todos los gestos de la sorpresa.
Se esta dejando atrás al despintado puesto de Soldevila, ¿o Sol de Vila?..., eso lo podrán explicar otros, nada del lugar cuenta una historia, todo yace en alguna medida en un espacio que abarca la palabra siempre.
Juanito ha levantado la mano y dentro de un rato, si uno se da vuelta, esta todavía ahí siguiendo con la vista a los que parten. Hay cosas en el campo que se marcan como un rito, si todos salen a despedir así como lo hizo el puestero es por que todo valoran y quieren que vuelvas, no por falsa cortesía. De lo contrario ya se hubiera puesto a hacer sus cosas, que siempre son muchas y hubiera dado la espalda. Ya se hubiera sentado, y en alguna medida acurrucado, junto a los largos bancos de madera que amueblan la cocina. Y en la cocina, la negra esa que es el corazón de la esa casa, con su buen tiraje bramador cuando se la carga de leña.. La negra esa con su olla multiuso y la pava de servicio continuo. ¡Y de leña hay una ruma enorme, como para afrontar inviernos si hiciera falta, y no solo este verano! Juanito a dibujado en Sol de Vila su estampa criolla, con sus botas de trabajo, sus bombachas azulinas y es el singular pullover que lleva estampadas figuras de jugadores de hockey sobre hielo, su "jersey" de temporada, que nos hace acordar bien en la practicidad del trabajador rural fueguino, y la boina encasquetada, y el pañuelito atorador. Velásquez esta contento, los viajeros se han dado vuelta en un momento para responder el saludo antes de perderse en la distancia, y eso es señal que volverán a encontrarse.


Juan Velázquez, puestero chileno en Argentina

Tal vez uno de estos días Juanito se llegue hasta el puesto Astrid, otra de las veranadas cercanas, un lugar que se nota que en otro tiempo fue estancia, estancia chica pero estancia al fin. Allí podrá verse con otro chileno Raúl Guerrero por algunas cuestiones de animales que se mezclan en zonas sin buenos alambres; y después de salir juntos a realizar la tarea que siempre es urgencia componeran casi sobre la despedida el darse uno a otro- aquí no ha llegado la moderna palabra trueque- esa provisión que le vino a escasear y de la cual tal vez no habrá retorno, simplemente por que el otro también tendrá esa disposición solidaria, llegado el caso. El puesto de Astrid tiene mas toques humanos, el aluminio sobre la estufa Dista, una cocina económica con termostato que invita a detener la vista en la inmóvil aguja que debería identificar las temperaturas interiores del artefacto, y la palabra que en estas soledades es materia extraña se dibuja en ese rincón como un enorme cartel, y uno se pregunta que significa Dista, que significa Dista si no es distancia, con mayúsculas. En una pared se van acumulando los almanaques de los últimos años, habrán conseguido para Guerrero uno que sirva durante esta veranada? Los almanaques por aquí son bien recibidos si tienen casilleros amplios en cada día, esos que permitirían anotar algo si hiciera falta, aunque en muchas casos no se escriba nada y se termine haciendo una cruz o un circulo que solo el que hace sabe para que, aunque ya no se recuerde necesariamente todo lo que se quiso señalar el año que paso. Los almanaques se van tapando unos a otros, las figuras que ofrecían nunca fueron del todo vistas, mas se ha mirado en todo tiempo por la ventana que desde hace muchos años no sabe de cortinas. El sol se adueña del recinto y su calor es diferente al que viene de la estufa. Son los días de lluvia, de tanta agua como no se ha visto nunca por aquí. Los almanaques no se tiran, se guardan como la vida. Los almanaques en estas veranadas deberían durar seis meses: de octubre a mayo, a más tardar. Comenzarían con la llegada al puesto con las provisiones, y la concurrencia de los arreos de que desde la estancia madre buscan en los altos pastos precordilleranos dar descanso a los de más abajo. Esa idea de arriba a abajo surca la memoria del que por aquí anda. Se siente la elevación. El puestero hará de todo durante medio año para el cuidado de ovejas y vacunos, y ya no habrá feriados en su almanaque. ¡Seis mil lanares dando vuelta por ahí! ¡Y los vacunos estos que tienen sus mañas! Deberán volver gordos y sanos todos estos animales, y por allí anda la responsabilidad del puestero de veranada. En el Boquerón el hombre se llama Víctor Cullinao, es argentino venido del Chubut. En muchos de estos puestos pareciera que no se pensó inicialmente en como dar calefacción a sus ocupantes, y los artefactos, las cocinas de hierro, los octogonales, vienen a cubrir siempre el espacio cercano a una ventana. En algún
tiempo tal vez se reemplazo algún vidrio con una salida para el caño de ventilación, pero luego se entraba a lagrimear en ciertos días de viento, o se apagaba el fuego, o entraba a gimotear de
manera incomoda toda la instalación; entonces se le dedicó un poco mas de tiempo y se
mandó el caño por el techo, directamente. Pero Cullinao tal vez no había llegado entonces, él tal vez pueda contarnos un rato de esa silla hechiza sobre la que se sienta made in Boquerón, se podría decir, y de su aparente comodidad. Víctor se viene a sentar lejos del fuego, estar pegado a la estufa seria cosa de vieja, y aquí todo es hombría, soledad y hombría. Las manos del puestero reposan como pájaros dormidos, haciendo sobre su cuerpo un nido. Cuando calla se queda quieto, cuando sonríe todo su cuerpo despierta. El chubutano es buen jinete, amansador, y sobre esa silla se comporta como si fuera un bellaco extrañamente sosegado, ese que si se queda quieto le aquieta, ese que si se pone loco le encabrita.



Culliano puede hablar mucho de esas cosas, las cosas de la sangre, las cosas de la tierra; pero también puede referirse a alguno de sus vecinos por una apodo que nunca usara en su presencia, o comentar algunas pocas noticias de las muchas que se puedan escuchar por la radio que resultan importantes en medio de sus rutinas de trabajo. De tanto en tanto Velásquez, Guerrero y Cullinao piensan y hablan entre si sobre todo lo que vendrían ha hacer cuando bajen a su estancia, o cuando anden por el pueblo. Planes que seguramente no nos involucran, y en todo lo que andarán cada uno por su lado. Soldevila es la veranada de El Rodeo, Astrid de Estancia Buenos Aires, Boquerón de la lejana San Pablo, los viajeros pasan por Sierra Nevada pero no encuentran a nadie. Los viajeros pasan, los puesteros quedan.

Sustancia e imagen:
Fabián Zanini.
Febrero de 2003.


El puestero chileno Guerrero, junto a los autores.





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