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GAUCHOS MAGALLÁNICOS



EN EL SUR DEL MUNDO ENTRE PAMPAS HELADAS Y BOSQUES ESPESOS HAY UN LUGAR LLAMADO PATAGONIA CHILENA. UN LUGAR CON IDENTIDAD DIFERENTE A LA DEL RESTO DEL PAIS. ALLI VIVEN LOS GAUCHOS CHILENOS. IGNORADOS PARA MUCHOS, INJUSTAMENTE PASADOS POR ALTO POR ALGUNOS DOCTOS CULTORES DEL FOLKLORE, QUE QUIEREN IMPONER A CUALQUIER PRECIO AL RESPETABLE, PERO LEJANO HUASO CENTRINO Y NO SE PUEDE. PORQUE LOS GAUCHOS PATAGÓNICOS SON LOS QUE HAN TRABAJADO EN LAS ESTANCIAS POR MÁS DE CIEN AÑOS, SON ELLOS LOS QUE HAN DOMADO CABALLOS, PELADO OVEJAS Y MARCADO TERNEROS PARA HACER CRECER LA PATAGONIA. SON ELLOS LOS QUE AHORA EN PLENO SIGLO 21 ESTAN MAS VIVOS QUE NUNCA.


Punta Arenas - Gauchos en las jineteadas


Gaucho - Torres del Paine


AGRUPACIÓN GAUCHA




GAUCHO MAGALLÁNICO INTEGRANTE DE LA AGRUPACIÓN GAUCHA DE LA PATAGONIA, CON LA BANDERA REGIONAL.


Existe un notable interés de parte de los criollos magallánicos por difundir su cultura a través de festivales de jineteadas y agrupaciones gauchas. La Agrupación Gaucha de la Patagonia participa todos los años en el mes de Julio, del Gran Carnaval de Invierno de la ciudad de Punta Arenas en el cual muestran parte de los aperos y faenas que realizan en sus labores camperas.



ANTIGÜEDAD DEL GAUCHO MAGALLANICO

La presencia del gaucho en Magallanes data de fines del siglo XIX siendo técnicamente más antiguo en el país que el huaso chileno actual, el cual adoptó sus ropajes típicos con influencia cordobesa, solo en 1920. La vestimenta del gaucho magallánico con botas, bombacha, boina o sombrero y pañuelo al cuello, ha permanecido prácticamente invariable desde esa época. La foto siguiente muestra gauchos magallánicos realizando faenas de marca y capa en una estancia y fue sacada de la guía comercial de Magallanes publicada en 1918.


LA VIDA DE LOS GAUCHOS EN MAGALLANES


La escritora Francesa Annette Laming supo plasmar la escencia del gaucho Magallanico de la década de los 50 en su libro “En la Patagonia confín del mundo”, publicado en 1957. Ella conoció de cerca, la soledad de los ariscos y a la vez hospitalarios hombres de las pampas y compartió en el terreno abrupto de la estancias de la zona de Rio Verde, sus costumbres, sus penas y sus alegrías, las cuales con certera calidad literaria estampó en las páginas de su obra.


Algunos de los pasajes más relevantes se reproducen a continuación:








De boliches, gauchos y fiestas…

El boliche es un cuarto parecido al de una pulpería rural, a la que por lo demás representa bastante bien. Una estufa y un perro que muerde cuando le molestan. Un mesón, y tras él Laguia (el bolichero) oficiando; al lado opuesto, los clientes que beben. Y al final del mesón, que tiene el largo de la pieza, una curiosa vitrina donde se apilan todos los objetos que el vecindario puede codiciar: peines grandes y de bolsillo, de variados colores, pasapelos de material plástico en forma de lazadas, perfumes, libretas de notas, lápices, aspirinas, anzuelos, diversas horquillas, pipas, sheaving gun, papel para hacer cigarrillos, botones, remedios, una gran mezcolanza, en fin, en la que predomina el material plástico de color vivo. Esta vitrina, en cierto modo, esta reservada para las mujeres o para los regalos que se les hace. Las cosas que interesan a los hombres están mas altas: entre las lámparas a parafina cuelgan desde el techo monturas, sobre las que se pondrá un pellón de cordero, estribos de madera tallada, espuelas de enormes rodajas de acero, orgullo de los gauchos de la Patagonia, arneses de hierro darnasquinados con plata, cinchas de cuero de caballo, toda clase de correas y también sombreros de grandes alas. Detrás, en las estanterías, hacínanse en confusa mezcla conservas, piezas de género, zapatos, botas, pantuflas, trajes hechos, mantas y multicolores fajas. Casi todos estos artículos proceden del norte de Chile. No existen, en la Patagonia, ni artesanos ni pequeños industriales; los pocos objetos que conservan aspecto tradicional son confeccionados en Chiloé -como las fajas y los ponchos de lana blanca o parch, tejidos a mano- o en el norte- como las bombachas y los arneses de madera o de metales adornados con plata-, pues todos estos artículos son usuales en los campos agrícolas de Chile. Otra estantería esta reservada para el tabaco y los fósforos. Cadenas, cuchillos y relojes de bolsillo cuelgan de todas partes. Fuera de las estanterías y del mesón hay cajones, embalajes Para huevos, gallineras, toneles y cajones de botellas esparcidos en el más completo desorden. Si los clientes desean sentarse, habrán de hacerlo donde puedan; pero la mayoría permanece de pie. Salvo los cazadores nómades los clientes no acuden a este sitio para avituallarse. Abierta un mismo día a la semana, cada estancia tiene su bodega, donde los trabajadores que comen en la cocina -y muy abundantemente - pueden obtener los suplementos que desean, y donde las familias -que no tienen alimentación gratuita- pueden comprar cosas de almacén a precios convenientes.
Más que nada, se acude al boliche del hotel en busca de lo superfluo, de lo lujoso, de la coquetería, del tabaco y del Iicor. Pues además el hotel es -y tal vez esta sea su principal función-, el lugar donde se descansa de la soledad, donde se obtiene noticias de la zona, y donde se propagan las que cada uno ha recibido.
Laguia, tras el mesón, y con la voz calma y apacible adquirida en esta comarca de lentos ritmos, gusta de contar sus aventuras. Como administrador, es bastante hábil. Antes de tenerlo a él, este hotel donde prospera y que es parte de los dominios de la estancia Río Verde, ha visto vegetar a otros administradores. Laguia se instalo aquíhace varios años. Después del primer éxito, se quemó el hotel en 1945. Los incendios, en estas costas azotadas por el viento y en estos barracones de madera y planchas de zinc, no respetan ni siquiera un pilar. Laguia lo reconstruyó integro, haciéndolo mayor que el incendiado. Pero antes de la época del hotel, que es su fase de cosecha y prosperidad, Ilevó la vida de los primeros pioneros: tuvo aventuras en la frontera chileno-argentina, hizo contrabando, fue mercachifle * y además gaucho. Una linda vida.
Durante la semana, en el hotel solo se detienen algunos gauchos que están de paso porque hay una cantina, y se emborrachan porque se han detenido en una cantina. Borrachera triste y solitaria, mientras el caballo aguarda afuera.
El día en que hay correo, algunos gauchos conocidos Ilegan desde 50 kilómetros a preguntar si por casualidad no les ha llegado el paquete que esperan desde hace meses. Y aquella noche regresan torpemente a casa. Otras veces, determina el viaje una compra que de pronto se hace ineludible. Un buen día Ilegó desde lejos, un gaucho para adquirir una bombacha. Vino blanco, pisco; vino blanco y más pisco. Y aquel cuchillo que cuelga del techo... Pero si precisamente lo necesita. ¿Cuanto es? ¿Y su mujer? Como regresar a casa sin llevarle algo. Este pañuelo de seda es bastante bonito. ¿Y el niño? ¿Qué llevarle al niño? Tampoco hay que olvidar la bombacha. Y aquella noche el hombre partió después de haber consumido 1.000 pesos y gastado otros 4.000 en compras absolutamente inútiles .


Pero el día en que hay correo suceden pocas cosas: es el domingo el que hay que ver, cuando es mas serio el asunto. Desde luego, la gente es más numerosa; y como cada uno paga una "vuelta" para todos, repitiéndola dos o tres veces, el ambiente se crea mucho mas rápido. Por otra parte, todos están mejor dispuestos: se han lavado y acicalado. Pues estos solitarios gauchos son coquetos como jovencitas; ninguno se presentaría el domingo sin haberse lustrado de pie a cabeza, afeitado recién, y puesto su henchida bombacha, relucientes botas, pañuelo blanco de seda y sombrero alón. Pero las verdaderas borracheras las "pescan" los dial festivos, cuando les siguen dos o tres días no laborables: durante las Fiestas Patrias, Navidad, Año Nuevo, y... Viernes Santo. Para entonces, y si es necesario, algunos acuden desde 100 kilómetros, y todos se preparan anticipadamente para la fiesta. Atados al aire libre, sus caballos pasaran tres días, sin comer y sin beber nada, sin protección alguna, haga el tiempo que haga. Estas borracheras colectivas acaban a veces en drama: puñetazos o cuchilladas. Pero ello sucede raramente. El gaucho es de natural pacifico: casi siempre cae por tierra antes de haber atentado contra la vida de alguien. Laguia, que conserva incolume su calma, arrastra entonces a su cliente hasta un pequeño calabozo reservado para ello. Esto suele ocurrir la tarde del primer día, y el cliente, al que otros se le unen durante la noche, ya despejado a la mañana que sigue, no tiene mas que volver a las andadas. Su capacidad es increíble y bate probablemente todos los records del mundo. Tan solo en bebidas, gasta 6.000 pesos entre el Viernes y el Sabado Santo, su salario de casi dos meses. Tal otro -y se trata de casos realmente vistos- consumirá en un día cinco botellas de pisco y una de aguardiente, bebida, esta última, de las peores que uno puede imaginarse. Cierto que tres cuartas partes del aguardiente fueron a dar al suelo, que una botella de pisco se sirvió a la redonda y que el equivalente de otra, sobre todo hacia el fin de la jornada, es probable que se haya también derramado en el piso. De todos modos...
Pero aún no ha visto nada quien no haya asistido a la partida del lunes por la mañana. Se trata, entonces, de Ilegar hasta el puesto para reiniciar el trabajo. Naturalmente, hay que aprovisionarse para el camino de regreso: este no se hace sin un mínimo de cuatro o cinco botellas de vino y una de pisco en cada bolsillo. No son, pues, provisiones para las veladas solitarias, sino que todas serán consumidas sobre el propio caballo. El gran problema, empero, consiste en subirse a él. En medio de las risas de una indulgente concurrencia, la escena suele durar horas. Luego de varias tentativas infructuosas, ora por la cabeza, ora por las ancas, hora tratando de izarse por los estribos de madera, el gaucho, después de haberse caído diez veces, exasperado, le da una espantosa tunda de correazos al desgraciado caballo. Este, que desde un comienzo sabe que le espera, pone de su parte el máximo de mala voluntad, haciendo de adrede escurridizas sus ancas y espaldillas. No le queda otra posibilidad, por lo demás, de que su dueño este con mano poco firme y no pueda golpearlo demasiado fuerte.
Pero es preciso terminar de una vez. Entonces se acercan los espectadores e intentan subir a su compañero. Pero tampoco los movimientos de estos son seguros en este día que sigue a uno de fiesta. Y el gaucho vuelve a caerse, y a darle otra vez una tunda al caballo. Por fin los demás logran montarle, ponerle los pies en los estribos y deslizarle las riendas entre las manos. Ya no se caerá, montado se siente tan firme como en su lecho. Y si algunas botellas se le escapan de las manos durante el camino, aun conserva la suficiente lucidez como para no intentar recogerlas.
El caballo, resignado de antemano, emprende a lento paso el camino del puesto solitario. Los amigos se quedan tranquilos: llegará a buen puerto. Por lo demás si el jinete, mas ebrio de lo que pensaba, resbalase de la montura durante la marcha, estaría dispuesto a pasar la noche junto al camino -lo que jamás ha muerto a un gaucho-, y el caballo, por su parte, a recibir la última y formidable paliza.

Nota: Mercachifle o zeppelín llámase a los vendedores ambulantes. Estos, con sus caballos de carga, van de estancia en estancia ofreciendo telas, trajes, artículos de pacotilla, licores y diversos productos de contrabando (receptores de radio, estilográficas, relojes, etc.) , comisionados por sus clientes de costumbre. Siempre se hallan en dificultades con la policía.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente blog, felicitaciones.

Anónimo dijo...

Demaciado bueno el Blog...
Muchas felicitaciones!!
Me alegra que den a conocer que tambien hay GAUCHOS CHILENOS!...
Todas esas grandes personas que hacen patria en nuestra patagonia.

VIVA CHILE!

bryan carcamo dijo...

buena la pagina al igual que yo tengo 12 años y jineteo soy de la agrupacion gaucha de la patagonia y a diario ando en mis caballos tengo un colorado es bueno el caballo yo de los 4 años salgo de a caballos en el carnaval de invierno en punta arenas y soy el mas pequeño de la agrupacion gaucha de la patagonia

Benedicto González Vargas dijo...

Hermoso blog, gran trabajo para dar a conocer la entrañable tierra de la Patagonia chilena.

Gracias de corazón!

Benedicto González V.

Unknown dijo...

Y el ovejero donde queda??? Osea Grimaldi estaba loco con sus versos, los gauchos son argentinos y si existen fotos de hombres con bombacha no me extrañaría que eran argentinos o chilenos que trabajaron en Argentina y adoptaron la moda. Yo fui parte de conjuntos folclóricos y jamás baile chamame eso es de ahora no más. BOLICHE es una palabra de los argentinos también... Como reniegan de sus verdaderas raíces. 🙏🙏

Unknown dijo...

genial

Unknown dijo...

Se nota que el tipo de mas arriba no tiene idea de cultura patagónica, habrá bailado folklore centrino a lo mejor. En magallanes está lleno de gauchos y Grimaldi era un buen poeta pero no tenía idea de criollismo. un abrazo a todos los gauchos magallánicos.