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Gauchos, nómadas de la Patagonia.

Gauchos, nómadas de la Patagonia.

Por Carmen - Frei

Si hablar con un gaucho ya es, parece, harto complicado (enumeración de razones, abajo), ver al MISMO gaucho en un reportaje en ARTE TV, a miles de km de distancia, meses después del viaje, ya es el colmo de los colmos -entiéndase a una regocijada en este colmo-.
Razones para que sea difícil hablar con un gaucho:

* ellos viven, nómadas, al sur del mundo, dícese, Patagonia argentina y chilena, en mi caso, chileno (los jinetes del norte chileno se llaman huasos).

* a los gauchos no les entusiasma hablar con desconocidos, menos con turistas. En general, son desconocidos por su locuacidad, pero conocidos por su valor, lealtad, arte tanto a caballo como arte al disfrutar la soledad.
El término gaucho (y huaso) parece tener origen en el quechua (huachu: vagabundo), por lo que dice María Moliner, y contiene también influencias moriscas y hasta del mudéjar (hawsh: pastor, vagabundo. En suma, nómadas, y gustosos de la soledad que Patagonia les ofrece.
Atravesando la pampa argentina en autobús, desde Buenos Aires hasta Ushuaia, es muy fácil divisarlos a lo lejos, cuidando del ganado, sean ovejas o caballos, entre los guanacos y ñandúes salvajes, atentos ante la posible llegada del temido cazador, el puma del cono sur.
Yo me los encontré cara a cara por primera vez al cruzar el estrecho de Magallanes, al sur del sur, entre Argentina y Chile. En bus y ferry, de Porvenir a Punta Arenas. La propia región de Magallanes es renombrada por responder a ese ideal de "far away", lejos, lejos, el fin del mundo: aquí paladeas el extraordinario sentimiento de aislamiento unido a un sentido de la hospitalidad difícil de creer en semejantes circunstancias. Y así es el gaucho: solitario, pero amable. Tímido.





Vi no solo gauchos, también gauchas. La mayoría llevaba el pelo largo, la cara oscurecida por el sol y el viento, inclementes; pañuelo anudado al cuello, boina ladeada, camisa remangada y cazadora que les proteja del viento omnipresente; botas de cuero, facón agarrado a la espalda gracias al cinturón que también sostiene sus pantalones pseudobombachos.Y por supuesto, su inevitable mate y gusto por el asado. Pero lo que me quedó grabado en la memoria es su sonrisa, sus ojos sinceros, su palabra escasa pero acertada.





En el Parque Nacional Torres del Paine, a donde nos dirigimos tras unos días en Punta Arenas y pernoctar en Puerto Natales, algunos gauchos han reorientado su campo laboral. De cuidar ovejas, vacas y caballos, han pasado a cuidar de otro ganado: el humano. En algunas zonas del parque, dirigen rutas a caballo. Pero su trabajo más necesario consiste en transportar alimentos y productos básicos a los refugios que acogen a los montañeros.
La ruta W se ha convertido en una de las formas de salvar este territorio. Puede el turismo ayudar a salvaguardar el ecosistema, así como el patrimonio cultural de un país? Chile es conocido por ser uno de los países que menos protege el desarrollo sostenible de su economía, pero poco a poco la conciencia de sus propios ciudadanos se está imponiendo sobre un pensamiento económico que va radicalmente en contra de la protección medioambiental.
El gaucho de la foto me contó que llevaba un tiempo trabajando con turistas, pero que prefería a las ovejas. :-) En sí, resulta complicado para quienes se han dedicado toda su vida al pastoreo en solitario-en su caso, venía de familia, hijo y nieto de gauchos- lidiar con turistas de todo tipo y linaje, convivir con un tono de voz algo más alto del que ellos en general gustan de utilizar, en fin, socializarse a la brava, viniendo del aislamiento propio del pastor nómada. A este gaucho le gustó charlar brevemente con esta turista, al menos eso quiero creer. Me contó que estaba terminando de construirse una casita en Puerto Natales y que pensaba comprarse unas ovejas y volver al pastoreo, que era su pasión, cabalgar de nuevo por las soberbias praderas patagónicas, abrir el alma al camino, sin más voces que las del viento, los montes y los árboles.




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